Este junio, era homenajeado durante el acto de presentación del ‘Manifiesto de la Economía Social’ en Santiago de Compostela. ¿Cómo se sintió al recibir por parte de la familia de la economía social este reconocimiento?
Me sentí bien porque cualquier reconocimiento sienta bien. Pero en este reconocimiento hay mucha gente; en la economía social, más que en ninguna otra cosa, no hay nada personal, es todo comunidad y planificación conjunta.
Lleva toda una vida en el cooperativismo, ¿podría contarnos cómo llegó a él?
El primer contacto que tuve con el cooperativismo, y por lo tanto con la economía social, fue en mi época de estudiante en la zona de Negreira. En ese momento, dentro del clero, sobre todo en las parroquias, existía una importante preocupación por transformar y mejorar el medio rural. Una situación que se daba como consecuencia del Concilio Vaticano II en el que se hablaba de renovación, de ponerse al día y ser coherentes con la doctrina de la Iglesia para servir y ayudar a las personas que lo estaban pasando mal. Desde la Iglesia católica nos llegaba esta motivación para iniciarnos en una nueva dimensión de la caridad. Es en ese momento cuando nace la Cáritas Interparroquial de Negreira con la idea de hacer algo por nuestra gente. Entonces la economía rural era de subsistencia pura y dura. Eso está muy grabado en mí, me impactó mucho. En la ciudad la gente vivía de otra forma, había más medios, pero en el rural, la vida era difícil.
¿De qué año estamos hablando?
Entre el 65 y el 66. Ahí es donde se inicia todo esto y yo empiezo, realmente, a vivir lo que era la economía social, aunque no le llamáramos así. Queríamos hacer algo en el sector agroganadero, ya que era el medio de vida que tenía la gente de aquella época.
Este movimiento rural estaba ubicado en el suroeste de la provincia de A Coruña: Negreira, A Baña, Mazaricos, Santa Comba, Val do Dubra, Muxía, Cee, Vimianzo. La base eran siempre las parroquias, aunque después se fue universalizando y empezaron a participar también los ayuntamientos. Ahí nace Feiraco, la Cooperativa Forrajera de Negreira. Esta fue la primera gran acción de Cáritas Interparroquial que en ese momento pasa a ser el Centro de Desarrollo Comunitario de Negreira. ¿Por qué este cambio? Para separar la Iglesia de este movimiento y que no se viera como eclesial, sino laico. Esto para mí fue algo excepcionalmente positivo, la Iglesia, con el poder que tenía, renunciaba a ese privilegio en favor de hacerlo más humano, más próximo, más de todos.
En este contexto, la figura de Jesús García Calvo fue muy importante.
Jesús García Calvo fue el primer presidente de Cáritas Interparroquial de Negreira. Natural de Negreira y registrador de la propiedad de profesión. Tenía una gran preocupación social; era un verdadero líder de la economía social. Los curas lo escogieron para ser el primer presidente de Cáritas Interparroquial de Negreira y luego dirige esa transformación social a través de la Cooperativa Forrajera de Negreira. De ahí viene el nombre de Feiraco, “f” de forrajera, “eira” como acrónimo de Negreira y “co” de cooperativa.
Jesús García se apoyó mucho en la cultura eclesial. Primero en el Centro de Desarrollo Comunitario de Negreira y después dentro de la cooperativa, las parroquias tuvieron una presencia muy importante. Y es que el movimiento cooperativo que nace de Feiraco con Jesús García Calvo tampoco nace de él, sino que parte del movimiento cooperativo de las parroquias. Por ejemplo, en mi casa se comercializaban los terneros en conjunto, desde esas cooperativas interparroquiales. También se compraban semillas, cerdos para cebar y, con posterioridad, vacas lecheras.
Podemos decir que usted vivía en el lugar adecuado en el momento adecuado.
Sí y con una inquietud que me vino de la parroquia porque tenía un cura muy implicado, muy comprometido.
Gran parte de su experiencia en el cooperativismo está ligada a Feiraco.
Soy socio fundador de la cooperativa y siempre estuve muy implicado en ella por la proximidad que tuve con Jesús García Calvo, al que consideraba un amigo. Ahí hubo un bache en mi vida, me fui a Sudamérica. Estuve allí 18 años, coincidiendo con el momento de expansión de la cooperativa. Siempre que venía de vacaciones contactaba con la cooperativa y cuando me vine de forma definitiva, García Calvo me invitó a participar, a colaborar de una forma inicialmente altruista.
Se me ocurrió, vista la dimensión que ya tenía la cooperativa, crear una revista para divulgar temas relacionados con el cooperativismo o el desarrollo rural. Fundé la revista Feiraco, que acabó de publicarse en el 2010. Hoy la cooperativa CLUN (Cooperativas Lácteas Unidas nace de la unión de Feiraco, Os Irmandiños y Melisanto) usa otros medios para comunicarse.
Feiraco creció mucho desde sus inicios, pero es más que una empresa por su implicación a nivel social, como bien comentaba usted, logrando un gran impacto en Negreira y todo su entorno.
La cooperativa fue un trampolín para otras muchas cosas. Una de ellas fue la apuesta que se hizo por la formación de los ganaderos, dedicándole mucho tiempo, energías y recursos. Se fue avanzando en la idea de que ellos son los artífices de su desarrollo. Los propios socios se sintieron implicados al participar en las decisiones, la planificación. La explotación era de cada uno, pero, de rebote, fue repercutiendo en toda la comarca desde un sentido muy amplio.
Después vino lo de la marca, lo primero que hace Feiraco es recoger la leche y venderla, pero enseguida damos el paso siguiente que fue transformar la leche.
La primera actividad de Feiraco fue forrajera, “la fábrica de pienso” le llamaba la gente. Se produjo un mejor alimento, bien controlado en la producción, con la idea de hacer un pienso adaptado a la situación de cada vaca. Posteriormente, Feiraco empezó a recoger la leche y a venderla y enseguida damos el paso siguiente: transformarla. Cuando empezamos a recoger la leche, la transformábamos, la metíamos en bolsas y era una leche pasteurizada que no duraba más que un par de días. El envasado en tetrabrik fue un impulso importante para la cooperativa porque nos permitió salir con la leche fuera de nuestras fronteras, al durar más tiempo.
Otra idea que teníamos en Feiraco era coger las materias primas que producían los socios (trigo, avena, centeno) y transformarlas dentro de la cooperativa para enriquecerlas. Pero nunca se pudo llevar a cabo al no tener alimentos suficientes y registrar una alta demanda de pienso desde el principio, incluso de ganaderos que no eran socios. Entonces se apostó por la importación de materias primas. Además, en aquellos años empezaron a aparecer otros sistemas de forrajes para alimentación del ganado, como el maíz ensilado, un producto de alimentación animal excepcional, esto ya se estaba haciendo en Europa. Nosotros lo copiamos inmediatamente y hubo un cambio muy importante. La ventaja de Feiraco fue la adaptación de grandes cambios en la alimentación del ganado.
El cooperativismo en Galicia está muy vinculado al agro, pero en los últimos años, y más desde su posición, vería como el cooperativismo fue creciendo y sobre todo diversificándose, apareciendo propuestas de cooperativas en sectores en los que habitualmente no había.
De hecho, en el nacimiento del cooperativismo, los Pioneros de Rochdale no eran precisamente del campo, eran los trabajadores de la industria. El agro lo recibió muy bien porque todos eran muy dependientes unos de otros, dentro del agro ya había mucho cooperativismo encubierto, la gente cooperaba cuando había que segar, moler. Las famosas mallas eran de participación ciudadana, las eras eran comunes y muchos hórreos compartidos.
En los últimos años, el cooperativismo gallego dio un salto cualitativo en lo que se refiere a su presencia en el ámbito institucional. Una posición que no sería posible sin todo el trabajo previo de cooperativas y otras entidades de economía social por hacer ver la necesidad de darle visibilidad, tenerla en cuenta a la hora de tomar decisiones o de crear leyes. Usted fue vicepresidente de CEPES, desde ese papel, ¿cómo fue el cambio desde los órganos de gobierno de cara a la economía social?
Años después de volver de Sudamérica e integrarme en el movimiento cooperativo, paso a ser el presidente de Asociación Gallega de Cooperativas Agroalimentarias (AGACA), en la que vivo otra dimensión del cooperativismo. Represento a AGACA en el Consejo Nacional y, además, tengo la suerte de estar en el Consejo de Presidencia de las Cooperativas Agro-alimentarias de España, que delegan en mí la representación dentro de la Confederación Empresarial Española de Economía Social (CEPES). Tuve la oportunidad de estar en todos los órganos de CEPES y para mí fue un fogueo importante, aunque ya venía precedido por mi importante experiencia industrial en Sudamérica.
CEPES es la economía social en estado puro. La economía social tiene como centro a las personas, la lucha por la igualdad y, por lo tanto, por el bienestar. No es solamente pensar en las personas, sino darle la oportunidad de ser artífices de su propio desarrollo. Este es un factor que muchas veces olvidamos y que creo que es fundamental. Está en la línea del éxito del buen hacer de CEPES, que no es una confederación que aglutine sin más, sino que los que participan tienen un verdadero protagonismo. No podemos ser utópicos, tenemos que pensar que la economía social es una economía de bienestar y de igualdad para todos, pero también de creación de riqueza, de competir en los mercados. Tienen mucho que decirnos las grandes cooperativas de Europa, que nos inspiran muchas decisiones.
Las cooperativas están muy unidas gracias a CEPES. En Galicia, dimos un paso de gigante al constituir el Foro por la Economía Social Gallega (Foroesgal) en el que se integra AGACA, Espazocoop, Unión de Cooperativas Gallegas, la Asociación Empresarial Gallega de Centros Especiales de Empleo sin Ánimo de Lucro (CEGASAL), la Asociación de Empresas de Inserción de Galicia (AEIGA) y la Agrupación Empresarial de Sociedades Laborales de Galicia (AESGAL).
El Foro por la Economía Social Gallega es un hito para el sector.
Tenemos un gran representante de la economía social, apasionado y entregado, que es Celso Gándara, el primer presidente de Foroesgal, que está haciendo una gran labor integradora. En el cooperativismo y la economía social caminamos hacia la intercooperación, pensamos que seremos grandes si nos unimos. La democracia, el espíritu abierto, el integrar a todos, a los pequeños también para hacerlos grandes, abordar todos los intereses comunes con responsabilidad compartida, los principios cooperativos son el eje de toda acción. Insisto mucho en que no es solamente para las personas, es desde las personas. Yo entiendo que la economía es social o no es economía porque el objetivo fundamental de la economía es llegar a esa igualdad, a ese reparto.
Siempre que hablamos de economía, hablamos de buscar ese aspecto social, tanto es así que nos están copiando por intereses ajenos. Hoy las grandes empresas crean una fundación o un servicio para atender a la población donde ellos se mueven. ¿Por qué? Porque la marca crece cuando se da este carácter de pro ayuda, de favorecer que la riqueza llegue a todos.
Respecto a los poderes públicos, mantenemos nuestra independencia y apostamos por colaborar con ellos. Tenemos muy buena relación con el Ministerio de Trabajo y Economía Social y se consiguió a base de transparencia, de vernos por un combate noble, de buscar horizontes nuevos.
Priorizar la persona sobre el capital y el compromiso con el territorio son dos principios inalienables del cooperativismo. El cooperativismo es de los socios y los socios están afincados en un territorio muy concreto. En este sentido, a lo que más me dediqué estos últimos años dentro de la economía social fue al reto demográfico. Al participar en el grupo de trabajo de CEPES que se ocupa este tema pude trabajar con gente de toda España. El reto demográfico está sobre la mesa y que tenemos que abordarlo con prontitud si no queremos hacer desiertos de nuestro territorio.